domingo, 21 de octubre de 2012

Las Tres Fuentes


Estamos en el año de 1720, año en que se presentaba una de las sequías más severas que jamás se hayan vivido en el Estado de Hidalgo, ya había pasado más de un año sin que se viera gota alguna de agua cayendo del cielo. Como era de esperarse, la gente estaba desesperada porque los depósitos de agua potable ya estaban vacíos y tenían que caminar largas distancias para conseguir un poco del vital líquido.
Los cultivos se estaban secando, pues la poca agua que lograban acarrear no era suficiente para la tierra seca y sedienta. La escasez del líquido y la hambruna comenzaron a imperar en el pueblo; entonces los religiosos establecidos en estas tierras deciden  con desesperación, hacer procesiones pidiendo a la Providencia les concediera el milagro de que vinieran las lluvias para no morir de hambre y sed.
Lo curioso del asunto fue que sin ponerse de acuerdo los frailes para llevar a cabo la procesión, se dio la casualidad de que coincidieran en la plaza principal del centro de la ciudad tres órdenes religiosas, para partir de ese punto hacia lugares diferentes con la misma intención: implorar a Dios que vinieran las lluvias. Cada grupo se encaminó al sitio elegido en donde llevarían a cabo una solemne misa, con los altares improvisados que llevaban para cumplir su objetivo. Una vez que hubieron llegado a su destino comenzaron a levantarlos: uno en donde está la Torre de Independencia, otro en la  que hoy conocemos como esquina de Morelos y Mina, y el tercero en la plazoleta donde desembocaban las calles de Tres Guerras y el callejón de Mosco.
El día seleccionado para tal ritual fue un 10 de noviembre a las nueve de la mañana, cuando los religiosos, los nobles  y el pueblo se reunieron para empezar a recorrer los lugares que incluía la ruta del peregrinaje; las plegarias, ruegos, súplicas, rosarios, cánticos y oraciones fervorosas se podían ver en todos los asistentes a los tres rumbos trazados. Mientras aquellas personas se encontraban  en misa y justo en el momento en que los sacerdotes elevaron las hostias, el cielo comenzó a oscurecerse y a cuajarse de nubarrones, para dar como resultado la milagrosa caída de las ya tan aclamadas lluvias; la gente estaba sorprendida, llena de alegría, la gratitud religiosa invadió todo su ser, y movidos por estos sentimientos comenzaron a elevar oraciones y cánticos de agradecimiento, por la bendición de tener lluvias nuevamente. Un Te Deum colectivo subió desde la ciudad en alabanza a la infinita bondad divina.
En los tres lugares antes mencionados, en donde fue hecha la petición, la gente del pueblo decide mandar construir unos depósitos de agua, los cuáles abastecieron a las poblaciones desde aquel momento. Las tres fuentes fueron bautizadas con los nombres de Fuente de San Miguel, Fuente de los Limones y Fuente de las Tres Coronas, sin que nunca se supiera él porque de estos nombres.


Publicado por: Leyendas Coloniales.
Escrito por: Martha Debayle

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